El viento que se queja en mis oidos,
junto con las sombras de los pájaros como bombarderos
que se cagan en todos desde las alturas,
los ruidos de los pasos de la gente sonando todo el tiempo
como uno solo,
el verdor tímido e inútil de un dia gris y volatil,
las campanas de la Catedral por encima de los pasos
y las voces
y los arboles desnudos y violados que están
solo porque tienen que,
los bancos estáticos aburridos,
las botellas rotas y el vómito,
el cemento,
los forros usados y las colillas abandonadas y tristes.
Ginsberg y Kerouac en mi mochila, una curita para el alma en mi mano izquierda.
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